Cultivar los cuidados
Siento el deseo de escribirnos e inscribirnos para dar forma al nosotras que ha fermentado en nuestros entres pegajosos. Despertar en los vínculos que nos exigen ponernos fuera para ponernos a la escucha de grietas y vulnerabilidades, pliegues y desbordes, agujeros y poros, vibraciones y arrugas.
Pero, a veces, las palabras no logran salir como otros las suponen, se quedan como nudos en la garganta, gérmenes que esperan una forma para brotar: deslizarse desde el cuello hasta la boca y expandirse en el aire.
Son palabras que no se escuchan pero resuenan, vibran sin sonido.
Ancladas en la punta de la lengua, calentadas y mojadas por la saliva, se quedan palpitando.
Otros no las definirían palabras, probablemente no lo sean. Son más una aglomeración informe, una lava tibia de textura escabrosa. Un compuesto que lo amasa el cuerpo, lo transita, lo cobija, lo fecunda.
Estos susurros, estas palabras, que no son aún del todo palabras, gozan en de su mezcla para no volverse discurso.
Quisiera escupir esta lava tibia, vomitar esta textura escabrosa, alumbrar pero sin dar forma para abrir un espacio cálido en el que poder ser, brotar y estirarse sin dirección fija.
Por eso despliego lentamente esta masa de entres donde se esparcen y se trenzan citas, voces, vacíos, imágenes y reflexiones, que no son del todo mías ni del todo de otras, sino nuestras.
Microorganismos que se han ido acumulando y sedimentando en mí y en mis proximidades calentándome como pequeños rayos de luz que se cuelan por todas partes.

Percibo este lugar como un campo de cultivo, en el que sembrar las semillas que he ido recolectando en estos últimos años.
Aunque algunos puedan creer que sea una única persona la que ordena la labranza y que al final todo se refleja en la unidimensionalidad de una pantalla lisa, mi deseo es el de ensayar un escritura compartida, una mezcla donde resuenen infinitas voces, donde mi yo se desprenda y difumine para dejar espacio a todo lo que lo desborda.
Imagino este espacio como una esponja que se deja circular para absorber su alimento, un espacio multidimensional para que quienes se acerquen, o únicamente lo rocen por un instante, se descubran en los entres que entre grietas se deslizan, entre pliegues se encubren y se desvelan, para que inagotables apariciones tengan lugar.

Nos preguntamos sobre qué ocurre en las formas plegadas que se generan cuando rebosamos los límites normalizados. Deseamos sumergirnos en el flujo del archivo pensando en corporalidades otras, cuerpos no contenidos, abiertos y protuberantes, que se exceden a sí mismos, liberan sus siluetas para el derrame abriéndose a otros organismos o materialidades. Y, al mismo tiempo, explorar las prácticas artísticas excitadas que tantean formas de salirse de los bordes disciplinarios.
Proponemos una lectura propia y particular del archivo, en la que sin necesidad de partir de un corpus específico, atravesamos las prácticas artísticas saliendo al encuentro, húmedas, porosas, esponjosas, permeables, desbordando categorías, promoviendo la aparición de nuevas formas de conectar, interrelacionar. Un proceso placentero, intuitivo, desde el goce del habitar y conversar el archivo; que rozarnos y excitarnos sea la manera de aproximarnos y de explorar.
Entendemos el archivo como campo de semillas o magma de fermentos, latencias donde poder exponerse al brote, al contagio, al hallazgo y a múltiples formas de encuentro con el otro y lo otro. En este sentido nos interesa también involucrarnos con las personas que habitan el archivo: con las que se encargan del cuidado y permanencia de estas latencias, y con aquellas que en ese momento estén investigando, conociendo sus excitaciones y modos de roce.